Sin duda, la crisis ha supuesto un punto de inflexión en la gestión del talento en las empresas españolas, preocupadas en este momento fundamentalmente por los números y los balances, cuando no por los recortes o los despidos.

Esta situación no sólo influye negativamente en la gestión del talento dentro de las compañías, sino que con demasiada frecuencia acaba erosionando la confianza de nuestro primer y más cercano público objetivo, nuestros empleados. Los expertos en recursos humanos nos lo repiten desde hace años, también en crisis debemos cuidar a nuestras plantillas si no queremos ver cómo los mejores profesionales nos abandonan o nuestras compañías añaden a sus dificultades económicas, la falta de rendimiento, de productividad y un ambiente erosionado por la pérdida de confianza del personal que se queda. “Una empresa no puede prosperar si no tiene a sus empleados detrás”, recuerda Isdell.

Resulta bastante obvio, aunque sorprendentemente ignorado por muchas organizaciones, que sólo saldrán airosas de la crisis aquellas compañías que hayan sabido cuidar a sus empleados, conservar su capital de talento y hayan pensado a largo plazo, siendo responsables y creativos en sus políticas de recursos humanos para hacer partícipes a sus profesionales del destino de su empresa. Porque las personas no son el factor más importante en las empresas: son la empresa. Y el talento de esas personas es la llave que abre la puerta a nuevas ideas, a la innovación, a la competitividad y al éxito.

Y es aquí donde entra en juego la Comunicación Interna, un arma no tan secreta pero infrautilizada hasta extremos inimaginables. En estrecha colaboración con los departamentos de Recursos Humanos, los profesionales de la Comunicación pueden ayudarnos a convertir el diálogo con nuestros empleados en el elemento de cohesión, motivación y confianza que retenga el talento y saque lo mejor de nuestro capital humano. La Comunicación Interna -que hoy debe ser necesariamente Comunicación Interna 2.0-, nos ayudará en la tarea de retener el talento, gestionar el conocimiento e incentivar a nuestros empleados, haciéndoles partícipes de la marcha de la organización e integrándolos en sus objetivos.

Mediante esa comunicación horizontal -sincera y comprometida con nuestro principal activo-, daremos sentido global al trabajo de cada uno de nuestros profesionales y podremos poner en marcha mejores prácticas que siempre se traducen en ahorros medibles de tiempo y dinero. Si a eso le sumamos el valor añadido de recoger en tiempo real el feed-back sobre lo que está ocurriendo en nuestra organización e invertimos en formación para que nuestro personal desarrolle su máximo potencial y lo ponga al servicio de la empresa, tendremos muchas más oportunidades de salir airosos de este bache.

 

Juan A. Martínez

Communication Strategist