Nosotros los humanos, tan inclinados siempre a seguir –algunos más bien a perseguir–modas, tendencias e innovaciones, hemos abrazado en general la era de Internet con vehemencia y fervor, ciertamente muy acusado en demasiados casos. En el mundillo de la comunicación, agencias, consultores y profesionales alabamos las bondades del entorno digital y loamos sus posibilidades, inventando nuevas profesiones y cargos para explicar el trabajo que hacemos a través de las redes sociales, los blogs, las páginas web y demás plataformas existentes en la Red.

Si bien es cierto que la comunicación online tiene algunas enormes ventajas sobre la comunicación tradicional, no podemos olvidar que su principal diferenciación radica en las herramientas que usamos en una u otra para llegar a nuestros públicos. Y las herramientas son, según la RAE, los “instrumentos, por lo común de hierro o acero, con que trabajan los artesanos”.  En la comunicación online hemos cambiado el hierro y el acero por líneas telefónicas, paquetes de bits, plantillas html e imágenes digitales, pero aún se necesitan artesanos que sepan hacer funcionar correctamente esas herramientas.

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El mercado educativo moderno, siempre a la caza de reclamos sobre nuevas formaciones y capacitaciones que garanticen un puesto en el voraz mercado laboral, ha hecho creer a muchos jóvenes profesionales que un curso de Community Manager los convertirá en el comunicador total que pondrá a la red a los pies de su empresa y marcará la diferencia en las relaciones públicas del futuro o que dominar el posicionamiento online los convierte automáticamente en los gurús de la red. Pero saber cuántos caracteres permite un tuit no es saber escribir; estar a la última en tendencias en la Red no garantiza captar la atención que buscamos para nuestra empresa ni tener las claves de una cuenta de Facebook es dominar la voz de una compañía; tener miles de usuarios no hará que nuestro mensaje sea pertinente sin más ni manejar Analytics le convierte a uno en un estratega de la comunicación.

Pero entonces, ¿cómo debe ser la comunicación online? Debe ser Comunicación, en primer lugar. Debe estar perfectamente alineada con la estrategia, los valores y los objetivos de quien comunica. Debe responder a su forma de hacer las cosas, ser coherente, responsable, innovadora, atractiva y excelente siempre en su fondo y en su forma, ya sea escrita o audiovisual. El comunicador online debe tener las mismas cualidades que el comunicador tradicional, con el dominio añadido de las especificidades y requerimientos técnicos de la comunicación en Internet y sus herramientas, que son, ni más ni menos, que nuevos senderos para recorrer el mismo camino.

Pero dominar todas y cada una de las áreas y herramientas comunicativas de nuestro tiempo en profundidad no está al alcance de casi nadie, aunque el mundo se empeñe casi siempre en hacernos creer que es posible. Por eso, la mejor solución para comunicar ­–y para cualquier cosa– es siempre tener un buen equipo de profesionales especialistas en cada una de las áreas y herramientas que se van a usar en un plan de comunicación de cualquier tipo, online en el caso que nos ocupa. Necesitaremos especialistas en estrategias de comunicación, editores y periodistas, analistas web y, sí claro, community managers, editores de vídeo, diseñadores gráficos, fotógrafos e informáticos. Ellos son los únicos que pueden garantizar que nuestra comunicación online no sea un epic failure.

 

Juan A. Martínez

Communication Strategist

Fotografías: Shutterstock

 

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