Todos los días en nuestra profesión, como en tantas otras, nos enfrentamos con creencias populares que intentamos deconstruir para alcanzar la esencia de la idea que subyace.
Hoy me gustaría escribir sobre la supuesta incompatibilidad entre el marketing y la educación. Como si el uno desvirtuara el alcance de la otra. Como si la otra no necesitara nada para darse a conocer, impulsarse, provocar y conectar con los demás. Nada más lejos de la realidad.
Esta creencia ignora la dimensión del marketing y banaliza su rol, atribuyéndole significados negativos. Y… de nuevo, nada más lejos de la realidad.
El marketing es una disciplina aplicable a todos los sectores económicos, entre los que se encuentra el sector de la educación. En particular, el marketing al servicio de la educación contribuye a identificar y a satisfacer necesidades del mercado, alcanzando y rentabilizando los objetivos definidos por los colegios e instituciones educativas. Y como fin último, persigue la excelencia educativa. Una excelencia que como concepto, se debe adaptar a los públicos de cada marca, tal cual la entiendan.
La educación como concepto es complejo porque en él cohabitan numerosas implicaciones enredadas que tienen que ver con la cultura, la sociedad y la economía. Un solo concepto complejo que se dirige y acoge de forma simultánea a numerosos públicos internos y externos, que además, son diferentes entre sí.
Y como concepto complejo, la educación encierra otros tantos como la empleabilidad, la libertad, la oportunidad, el talento, la internacionalización, la responsabilidad, la capacidad de transformación, la innovación, etc.
Sea cual sea la dimensión de la empresa educativa, su audiencia y trascendencia es inmensa. Y sea cual sea la dimensión de la empresa educativa, necesitará herramientas profesionales para gestionar tal inmensidad. Por ende, las estrategias de marketing no son solamente importantes sino, también, inevitables.
Y más allá de la necesidad de gestionar aspectos propios de los servicios educativos, los contenidos, la gestión de plazas, las estrategias de activación, los canales de comunicación, etc., las empresas educativas tienen una necesidad latente de responder directamente a lo que la sociedad necesita y espera de ellas.
La sociedad espera hoy cosas diferentes a las que tradicionalmente ha recibido de la educación. Se ha pasado de valorar especialmente el contenido (la oferta y los resultados académicos) a tener también en cuenta la forma (el estilo de enseñanza) así como las personas (docentes y no docentes) que hay detrás de los colegios y los centros educativos. La sociedad exige marcas educativas capaces de transmitir claramente sus proyectos educativos. Marcas formadas por equipos unidos ante una cultura corporativa determinada que define maneras, métodos, relaciones, valores…
En este punto, y como cabe esperar, quiero hablar de branding en educación y en particular, de valores…
- Valores con los que una marca reconoce e involucra a las personas que la forman.
- Valores que, integrados en una propuesta educativa, serán la clave para la diferenciación en un mercado saturado de alternativas pedagógicas.
- Valores que se tangilibilzan en experiencias significativas.
Valores que se cimentan en branding y que son abrazados por el marketing para potenciar su alcance.
Y es que la educación como el branding son, en esencia, un factor de ventaja competitiva que determina el presente y el futuro de una sociedad. Y todo cuanto contribuya a potenciarlas, mejorará la vida de quienes formen parte de ella.
¿Qué va primero el huevo o la gallina? ¿El branding o el marketing?
El branding construye una propuesta de valor importante para las personas a las que se dirige, una posición competitiva en el mercado y diferencial en la mente del consumidor, una identidad y una personalidad con la que la marca se expresa y relaciona. Acto seguido, el marketing nos ayuda a reforzar la marca, la promueve y la lleva hasta sus públicos. Ambas van de la mano, siendo el branding la que abre el camino y el marketing quien la escolta. Ambas han de ser entendidas para complementarse.
En consultoría estratégica de marca, ponemos el marketing al servicio de la marca de tal forma que es parte de nuestra gestión diaria. Y, sinceramente, resulta muy complicado establecer los límites de una y otra. De hecho, no es necesario. El marketing que no refuerza y comunica el valor generado por el branding, en realidad, no nos interesa (tuitéalo).
Bárbara Ruiz
Brand Consultant de Branward®
Fotos: Shutterstock